
Martí, quien murió en plena juventud ―aunque sus definitivos 42 años no clasificarían en el esquema actual que, al menos en Cuba, parece fijar la valla del “límite” en los 35― veía la idea de pinos nuevos como una nueva oleada por la independencia en la que se integraban, gota a gota, los padres, los nietos y los abuelos. Martí era un hombre de todas las edades y desde esa cualidad él, que desde adolescente reconocía una especie de halo de vejez en torno suyo, nos dejó en su pensamiento, su escritura y sobre todo en sus actos, las mayores pruebas de una identidad permanentemente inquieta, creativa y juvenil, aunque tatuara su estela con la gravedad de su causa y la seriedad de su amor. Ver +