
Las planificaciones no vienen muy bien con el periodismo. La imprevisible muerte de un hombre saludable me lo acaba de confirmar. Rodolfo Santiago se ha llevado a la tumba las grandes historias de su vida, que prontome iba a contar.
Unas semanas atrás, bajo centelleante sol, llegó a la casa por
mi libro. Cuando se enteró por televisión, le entraron unas ganas enormes de leerlo, y de decirme cuánto lo podían enriquecer las vivencias de su barrio.
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